Diferentes tipos de ira: la adecuada, y la desmesurada
1. Alguien me ataca o comete una
injusticia conmigo, por lo que reacciono de manera correspondiente: con
rabia e ira. Esta ira permite que me defienda o me imponga
vigorosamente. Me capacita para actuar, es positiva y me fortalece. Esta
ira tiene un motivo concreto, siendo, por tanto, adecuada. Se apacigua
en cuanto alcanza su meta.
2. Me enfurezco o enojo porque me doy
cuenta de que no he tomado lo que hubiera podido o tenido que tomar, que
no he exigido lo que hubiera podido o tenido que exigir, o que no he
pedido lo que hubiera podido o tenido que pedir. En vez de imponerme y
tomar o conseguir lo que me falta, me enfurezco o enojo con las personas
de las que no tomé o exigí o pedí, aunque hubiera podido o tenido que
tomar, exigir o pedir. Esta ira sustituye el actuar y aparece como
consecuencia de los actos omitidos. Por tanto, paraliza, incapacita,
debilita y, frecuentemente, dura mucho tiempo.
La ira como rechazo del amor tiene
efectos similares. En vez de expresar mi amor, aún me enfurezco con
aquéllos que amo. Esta ira se remonta a la infancia si se desarrolla
como consecuencia de un movimiento interrumpido hacia uno de los padres.
Posteriormente, al darse situaciones similares, la ira repite la
vivencia temprana, sacando de ella su fuerza.
3. Estoy enojado con una persona porque he cometido una injusticia con ella sin querer admitirlo. Con esta ira
me resisto a asumir las consecuencias de una culpa, pasándosela al otro.
También esta ira sustituye mi propio actuar, permitiéndome permanecer
pasivo, paralizando y debilitándome.
4. Alguien me da tanto de bueno y grande
que me resulta imposible devolvérselo. Eso es difícil de soportar. En
consecuencia, me resisto al dador y a sus dones enojándome con él. Esta
ira se expresa en forma de reproche, por ejemplo de los hijos contra los
padres. Así, sustituye el tomar, el dar las gracias y el actuar,
dejando a la persona paralizada y vacía. También es posible que se
exprese como depresión, que sería la otra cara del reproche. También
ella sirve para sustituir el tomar y el dar las gracias y el dar,
dejando a la persona paralizada y vacía. Asimismo, esta ira puede
expresarse como dolor interminable después de una separación, cuando aún
les debo a los muertos o separados el tomar y el dar las gracias o,
como sería el caso en la tercera forma de la ira, el asumir mi propia
culpa y sus consecuencias.
5. Algunos sienten una rabia que adoptan
de otros y en lugar de éstos. Así, por ejemplo, cuando en un grupo un
participante reprime su propia rabia, al cabo de un tiempo, otro miembro
del grupo se enfurece, en la mayoría de los casos el más débil, que no
tenía ningún motivo para hacerlo. En una familia, este miembro más débil
sería un niño. Cuando, por ejemplo, la madre está resentida con el
padre, reprimiendo, sin embargo, su rabia, uno de los hijos se enfadará
con él.
Frecuentemente, el más débil no sólo se
convierte en portador de la ira, sino también en su blanco. Cuando, por
ejemplo, un empleado se enfurece con su jefe, reteniendo, sin embargo,
su ira, frecuentemente la dirigirá contra una persona más débil; o
cuando un hombre se enfurece con su mujer, reteniendo, sin embargo, su
rabia, en su lugar lo pagará un hijo.
Muchas veces, la ira no sólo es
transferida de un portador a otro, por ejemplo, de la madre al hijo,
sino también se transfiere en su orientación, de una persona fuerte a
otra, débil. En un caso así, una hija no dirige contra el padre la ira
adoptada de su madre, sino contra alguien con el que se siente capaz de
enfrentarse, por ejemplo, su propio marido. Asimismo, en un grupo, la
ira adoptada no se dirige contra la persona fuerte a la que apuntaba en
un principio, por ejemplo el coordinador del grupo, sino contra un
miembro débil, que se convierte en chivo expiatorio en lugar de la
persona fuerte.
En la ira adoptada, los perpetradores
están fuera de sí, sintiéndose fuertes y justificados; en realidad, sin
embargo, actúan con fuerzas ajenas defendiendo derechos ajenos, por lo
que permanecen ineficaces y débiles. También las víctimas de la ira
transferida se sienten fuertes y justificados al saber que sufren
injustamente. Pero también ellos permanecen débiles, y su sufrir,
inútil.
6. Existe una ira que es virtud y
valentía: fuerza concentrada y eficacia alerta, dirigida a lo necesario,
que, con audacia y conocimiento, encara también lo duro y lo poderoso.
Sin embargo, está libre de emoción. Si fuera necesario, también es capaz
de hacerle daño al otro, sin miedo y sin estar enojado con él: agresión
como energía pura. Esta ira es el fruto de una disciplina y un
ejercicio de mucho tiempo; quien la tiene, sin embargo, la tiene sin
esfuerzo. Su expresión es el actuar estratégico.
Fuente: Bert Hellinger en “Del Orden Nace La Plenitud”
Publicado en reddevida.es el 11 de febrero de 2013