21 de septiembre de 2016

La medicina para los niños de hoy: La entrega a sus procesos

Si cuando pasamos un momento de dificultad con los niños, lo único que tenemos en mente es cambiarlo ya, no estamos yendo a ningún lado.



Cuando estamos atravesando un momento difícil con los niños, lo primero que solemos hacer es resistirnos, haciendo gran esfuerzo por cambiarlo.

No nos entregamos, luchamos, nos enojamos, nos sentimos angustiados, perdidos, culpables, victimas.

Enfrentamos los conflictos y dificultades con la ansiedad y urgencia  de sacarnos de encima el problema.

No queremos vivir los procesos, rápidamente queremos ver la meta resuelta. Nos queremos saltear mil pasos, y muchas veces, ni dar el primero, y ya sentirnos victoriosos por haber alcanzado la línea de llegada.  Si el niño tiene fiebre: un antifebril; si está manifestando ciertos comportamientos: probamos miles de fórmulas, sin dejar que esto nos toque y nos modifique en algo.

No queremos parar, no nos gusta mirarnos u observar el alrededor. Nos negamos a atravesar un tiempo de proceso junto a los niños. Permitir el paso de las horas, los días, para convivir con la incomprensión, la incomodidad y el dolor que toda dificultad nos trae al principio.

Necesitamos dejar de buscar la salida, y comenzar a buscar la entrada. Un tiempo de “no sé qué te sucede, pero acá estoy formando parte de ello”

Necesitamos aprender a entregarnos, dejando de lado los juicios de “es mejor o es peor”,  que solo nos aleja del todo, por analizar una parte. 


Las dificultades nos traen algo; nos ablandan, nos detienen, nos hacen reflexivos, humildes, tranquilos. Pero nos separamos de ellas, calificándolas negativamente. Creemos que vienen a interrumpirnos la vida que funcionaba sin problemas, y que estaba… ¿ordenada y tranquila?

No corras, ¿sabes a dónde tienes que ir? 


“No corras, ve despacio, que a donde tienes que ir es a ti mismo.” , dice un conocido poema de J. R. Gimenez.

Si cuando pasamos un momento de dificultad con los niños, lo único que tenemos en mente es cambiarlo ya, no estamos yendo a ningún lado.

Ante panoramas difíciles, se necesitan dos cualidades: la paciencia y la entrega.

Tomémonos un tiempo y no hagamos nada, y con ello, entremos y entreguémonos a todo lo que ocurre.

Ese tiempo nos hará mejores personas; seres humanos más sabios, ricos en valores, respetuosos ante las situaciones diversas y adversas. Y quién te dice, que ahí, justo ahí, estaba la solución, o la situación te dice lo que puedes dar o hacer para moverla a otro estado y hacerla evolucionar…

El desafío no es el problema que está afuera, son las propias limitaciones; es nuestra habitual forma de abordar la vida; nuestra tendencia a salirnos en vez de querer entrar.  Somos nuestros propios desafíos, y somos también, la resolución.

No hay situaciones afuera que no podamos resolver, comenzando con sentirnos parte de ello, amorosa y pacientemente.

Si hay algún conflicto que estés atravesando con un pequeño, deja de hacer fuerza en contra y ponte a favor. Acéptalo, para darle lugar a la confianza, a la inteligencia divina que hay por detrás de todo lo que vivimos.

Seguramente, ya lo has comprobado, muchas cosas son al revés de lo que nos han enseñado; entonces, detente, no hay que hacer mucho. Ponte a disposición y servicio de lo que está ocurriendo, y déjate llevar por ello. Eso está ahí para regalarte algo… déjalo entrar.

Autora: Nancy Erica Ortiz
Pedagoga Integral
Fuente: elcaminodelser.com
Imagen: madre e hija, pexels.com